miércoles, 8 de agosto de 2007

Los Fundamenteos de la Vida Cristiana

Tomado del libro:

“Los fundamentos de la vida cristiana”.

De Bob Gordon




1. Desánimo


Esto nos afecta a todos en diferentes grados. Los mayores tiempos de desánimo muchas veces son aquellos que siguen inmediatamente después de algún momento de victoria o de éxito espiritual, porque todos nuestros recursos interiores están agotados y nosotros somos, por consiguiente vulnerables.

El desánimo introduce un sentido de falsos valores, y por tanto, dejamos de ver las cosas como las ve Dios, o incluso de ser realistas en términos humanos.

El desánimo hace que huyamos de nuestras responsabilidades reales y puede llevarnos a la autocompasión. La lástima propia es una de las fuerzas más destructivas de la naturaleza humana.

Se vuelve contra nosotros mismos y nos envuelve en una nube de oscuridad que nos impide ver la realidad. La autocompasión nos paraliza en cuanto a las responsabilidades que tenemos con otros y nos inmoviliza espiritual y, a veces físicamente.

El desánimo hace que lo ampliemos todo fuera de perspectiva. Cuando estamos desanimados necesitamos animarnos en el Señor. Necesitamos poner los ojos en Dios y empezar a ver las cosas como El las ve.

2. Comparaciones

No servimos al Señor en un vacío. Somos parte del cuerpo de Cristo en conjunto, y a veces existe un muy estrecho parentesco entre nosotros y otros que sirven al Señor con sus propios dones y en su propia manera.

Esto debería ser causa de gran regocijo; que Dios en su infinita sabiduría, haya escogido una gran variedad de personas y les haya capacitado en varios ministerios para servir al reino. Sin embargo, muchas veces causa dolor por sentimientos de insuficiencia y deficiencia en nuestro propio corazón.

En vez de sentirnos gozosos de su fructificación, nos sentimos amenazados. Por tanto, en vez de hablar positivamente acerca de otros, llegamos a ser críticos y negativos, siempre buscando un pretexto que nos permita derribar en vez de edificar.

Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo. (Proverbios 27.17).

Para que esto ocurra como es debido, necesitamos hacer tres cosas:
- Reconocer tan claramente como podamos, nuestro propio llamamiento ante el Señor y vivir en ello. Es una cosa muy peligrosa vivir en el llamamiento de otro hombre.

- Relajarnos en el poder de Dios y siempre intentar estar concientes de que a menos que Dios lo haga en nosotros y a través de nosotros, nadie más lo hará.
- Regocijarnos en la fructificación de otros enfocando en lo que es positivo.

2. Decepción

Esto viene muchas veces de las aspiraciones y esperanzas fracasadas de nuestro propio corazón. Un sentido de fracaso puede resultar desastroso al ministerio eficaz. La decepción también puede venir de la vida de otros, cuando nuestras esperanzas para ellos no son cumplidas.

Deberíamos dejar que las decepciones sean un “terreno de prueba” para la fe. Necesitamos apartarnos de la intensidad de la decepción en nuestro espíritu y dejar que el calor se vaya de ella, para que pueda llegar a ser un fuego refinador para nuestra fe. Es bueno para nuestra alma no siempre conseguir lo que queremos cuando lo queremos (2 Corintios 4.16-18).
Continuara........

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